Elegir un arenero es como elegir zapatos. Si te pasas de grande, pareces un payaso. Si te quedas corto, acabas con rozaduras. La diferencia es que aquí quien sufre es tu gato (y tú cuando toca limpiar).
No todos tenemos el mismo espacio en casa. Ni todos los gatos necesitan la misma superficie para hacer sus cosas dignamente. Hay quienes pueden permitirse un arenero que parece una playa y quienes tienen que medir al milímetro para que quepa entre la lavadora y ese armario que nunca abres.
Aquí no vamos a juzgarte: sea por el motivo que sea, tienes dos caminos claros: